Las personas se acostumbran a sentirse frustradas. Se acostumbran a estar enojadas, molestas. Dicen, “Así es la vida. Tiempos buenos tiempos o tiempos malos, da igual”. ¿Qué da igual? ¿Que yo esté confundido? ¿Que ignore mi propia naturaleza? ¿Que esté lejos de mí mismo? ¿Que no me reconozca a mí mismo? Por eso, cada uno de nosotros necesitamos entender que no puede haber transigencia, que se necesita hacer un esfuerzo cada día, para ver y sentir lo que se nos ha dado, desde el corazón desde nuestro ser esencial.